Meditar caminando

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De manera semejante a la meditación en quietud, la meditación caminando es un ejercicio simple y universal para practicar la calma y la conciencia. Se puede practicar regularmente, antes o después de una meditación sentados, después de una jornada de trabajo o por la mañana, antes de empezarla. El arte de la meditación caminando consiste en aprender a tomar conciencia de que caminas, en usar el movimiento natural del caminar para cultivar una presencia mentalmente despierta.

Elige un lugar tranquilo que te permita ir y venir, de unos veinte pasos al menos. Comienza colocándote en un extremo de esta «senda de caminante» con los pies bien plantados en el suelo. Deja que las manos pendan con naturalidad de manera que estén relajadas.

Cierra un momento los ojos, céntrate y siente tu cuerpo sobre la tierra. Siente la presión en los extremos de los pies y vive todo esto en estado de atención.

Comienza a caminar lentamente. Camina con tranquilidad y dignidad. Presta atención a tu cuerpo. En cada paso, siente cómo se levante tu pie y la pierna se aleja de la tierra. Toma conciencia cada vez que coloques el pie en tierra. Relájate y procura que tu andar sea suelto y natural. Siente cada paso al caminar. Cuando llegues al final del trayecto, detente un momento. Céntrate, date la vuelta con cuidado, detente otra vez para caer en la cuenta del primer paso de regreso.

Sigue regresando al punto de partida. Cuando llegues, empieza de nuevo el recorrido por espacio de unos diez minutos o más. Lo más normal es que, con frecuencia, tu mente se distraiga. En cuanto percibas algunas distracción, advierte con serenidad en que dirección apunta: «vagabundear», «pensar», «escuchar», «planear» … Entonces, procura sentir el paso siguiente. No te preocupes: tendrás que hacer esto un montón de veces. Da igual que te hayas distraído un segundo o diez minutos. Lo que importa es que tomes conciencia de dónde has estado y regreses al presente, al aquí y al ahora, en el siguiente paso que te toque dar.

Después de practicar unas cuantas veces este ejercicio aprenderás a usarlo para serenarte y recogerte, para vivir más despierto, con una conciencia dilatada. De este modo puedes extender esta práctica de manera informal cada vez que tienes que salir de compras o realizar cualquier trayecto a pie. Puedes aprender a disfrutar caminando sin estar siempre pensando, haciendo planes, etc. Basta con que te habitúes a vivir el momento presente, a ensamblar tu cuerpo, tu corazón y tu mente a medida que te mueves.

(inspirado en lecturas de Thich Nhat Hahn)

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El miedo y la luz

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Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos, más allá de toda medida.

Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos asusta.

Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, fantástico, inteligente, fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres Hijo de Dios.


Tus papeles insignificantes no le sirven al mundo para nada.
Reducirse para que los demás no sientan inseguridad hacia ti,
no es ningún signo de inteligencia.

Nacemos para manifestar la gloria de Dios, que se encuentra en nuestro interior.
Y no somos sólo algunos; es todo el mundo.
Al facilitar el brillo de nuestra propia luz, 

le permitimos la misma gloria a los demás.

En cuanto nos liberamos de nuestro miedo,

nuestra presencia libera automáticamente a los demás.”

“Our deepest fear is not that we are inadequate. Our deepest fear is that we are powerful beyond measure. It is our light, not our darkness that most frightens us. We ask ourselves, Who am I to be brilliant, gorgeous, talented, fabulous? Actually, who are you not to be? You are a child of God. Your playing small does not serve the world. There is nothing enlightened about shrinking so that other people won’t feel insecure around you. We are all meant to shine, as children do. We were born to make manifest the glory of God that is within us. It’s not just in some of us; it’s in everyone. And as we let our own light shine, we unconsciously give other people permission to do the same. As we are liberated from our own fear, our presence automatically liberates others.”

( de Marianne Williamson. Pertenece a su libro «A Return to Love»)
leido por  Nelson Mandela en su discurso como Presidente Electo de Sudáfrica (1994)

PRESENCIA PLENA en las RELACIONES

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Mindfulness o atención plena es una cualidad de la mente, su capacidad intrínseca de estar presente y consciente en un momento determinado en que cuerpo y mente se sincronizan totalmente en un instante de realidad

Cuando estamos estresados, andamos separados, alienados de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Al acercarnos a nuestro ser o al mundo nos calmamos. La conexión, el contacto nos centra, nos hace sentir mejor. Tratar de unificar cuerpo y mente nos relaja. Las prácticas de atención plena tienen esta función: volver a conectarnos con nuestro ser, y poner presencia en nuestra realidad.

Podríamos afirmar que la relación más importante que podemos desarrollar es con nosotros mismos. Cultivar el autoconocimiento y la aceptación de nuestras capacidades y de nuestros límites, desarrollar el autoaprecio y la autocompasión, las dos caras del amor a uno mismo.

También podemos aprender a relacionarnos con nuestros contenidos mentales, de modo saludable y un camino seguro es desarrollar la consciencia testigo, dimensión personal más profunda que se cultiva con la práctica meditativa.

Aprender a aceptar y disfrutar la soledad es un gran logro personal. Para establecer una relación en pareja sana, es preciso antes saber estar solo y quererse. Y desde ahí aprender a convivir y compartir.

En el mundo de las relaciones, la atención es un ingrediente fundamental que puede transformar totalmente la calidad de nuestros intercambios con los demás. El más importante regalo que se puede dar a otro es el regalo de la presencia. En una era de distracción y ansiedad casi permanente, la gente anhela momentos de atención o plena presencia con sus seres queridos. Cuando alguien está totalmente presente con nosotros, nos sentimos reconfortados y nutridos. Los momentos especiales se graban porque el arte de la memoria es el arte de la atención.  No dejar que la mente nos aparte del aquí y el ahora y volver a estar presentes es vivir la conexión en la experiencia de las relaciones.

Dice Eckhart Tolle  que el modo habitual de relacionarnos con el momento presente es convertirlo en un medio para conseguir otra cosa, no un fin en sí mismo. Normalmente usamos las relaciones como un medio para conseguir un fin, para obtener placer, compañía, información, beneficios materiales, reconocimiento,  seguridad, etc. de modo que nos permitan afirmarnos. Pero cuando nos relacionamos con una persona en un momento dado, tenemos también la opción de considerarla como un fin en sí mismo.

Las relaciones generalmente están mediatizadas por el factor tiempo. Lo que conozco de una persona  está  relacionado con las experiencias que he tenido con ella en el pasado, o lo que espero de ella en el futuro. Cuando nos encontramos con alguien estamos condicionados por los juicios a través de los cuales definimos a esa persona.  Sin embargo para conocer a otro en su esencia no es preciso saber de su historia y experiencias, es un conocimiento no conceptual que tiene lugar cuando la mente se aquieta. Podemos aprender a centrar nuestra atención en una persona, sin expectativas, prescindiendo de sus circunstancias, apariencia, conducta,…

Nos formamos rápidamente opiniones, y juicios severos,  que crean una barrera artificial entre los seres humanos . Evitar los juicios no implica ignorar lo que el otro hace, implica reconocer que su conducta es una forma de condicionamiento. Cada ser humano está condicionado para mostrarse y comportarse como lo hace.  Si tuviéramos en cuenta que con experiencias similares a las suyas y un mismo nivel de consciencia, nosotros podríamos actuar de manera similar, los juicios cesarían.

Otro obstáculo en las relaciones es la carga emocional que arrastramos, que tiende a aflorar como reacción automática en presencia de determinadas personas, al interpretar sus actos como algo personal contra nosotros. Se trata de ese dolor, fruto del pasado, que se ha ido acumulando y que se manifiesta al sentirse amenazada nuestra identidad, apareciendo  los dramas y enfrentamientos.   En estos casos, la capacidad de observar lo que sucede en nuestro interior, nos permite un espacio de quietud para elaborar una respuesta más lúcida, en lugar de reaccionar pasando al ataque o la huida que solo traerán más sufrimiento. Ello está en la base de la inteligencia emocional.  Ser capaces de prestar atención compasiva a ese carga del pasado, puede empezar a  aliviarnos de ella.

Conocernos y aceptarnos compasivamente, observar nuestros juicios y cargas emocionales,  son los primeros pasos para cultivar la comprensión y la presencia compasiva ante los demás.

Mitos sobre la meditación mindfulness

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¿Conoces lo que es cierto o falso en este movimiento creciente del mindfulness? Echa un vistazo a lo que el psicólogo E. Goldstein considera que son los 5 mitos principales

Mito 1: Mindfulness consiste en sacar un tiempo muerto en nuestra vida, aquietar la mente y reducir estrés.
Creo que este es el mito principal ya que es lo que suele experimentar la gente al iniciar la práctica. Uno de los más extendidos puntos de entrada a Mindfulness en Occidente es el Taller de Reducción del Estrés Basado en Mindfulness -MBSR. Este es un programa fantástico de 8 semanas que cuenta con respaldo científico, pero quizá el nombre tenga algo de marketing. El objetivo final no pretende ser la reducción del estrés. El objetivo de mindfulness y MBSR es despertar al funcionamiento interno de nuestros procesos físicos, mentales y emocionales, reconocer la interconexión entre la gente y actuar en el mundo con mayor compasión hacia otros y hacia nosotros mismos.
Sin embargo, la práctica inicial aporta a menudo una sensación de alivio a una mente agobiada, lo que se  puede equiparar a un descanso mental. No hay nada malo en usarlo de esta manera, solo que minimiza el poder de mindfulness.
La paradoja es que cuando somos capaces de simplemente estar presentes con nuestro cuerpo, mente y emociones, la relación estresante tiende a calmarse – pero cuando tratamos de aquietar la mente, a menudo añadimos leña al fuego.

Mito 2: Necesitas dedicar mucho tiempo en un espacio tranquilo.
Se puede practicar mindfulness de muchas maneras. Tus circunstancias personales son las que deben marcar lo que funcione para ti. No hay una sola manera correcta de hacerlo. Si te esfuerzas en forzar artificialmente la meditación en tu vida, se convertirá en una lucha desagradable. Al final, acoplar la meditación a tu vida es una cuestión de equilibrio.
Hay mucha gente que dedica tiempo en su día para sentarse y practicar  mindfulness formalmente : aprendiendo una técnica básica como seguir la respiración y convertirlo en un programa regular, preferiblemente todos los días.
Por otro lado muchaas personas  dedican tiempo a la práctica informal de estar presentes con curiosidad en las cosas que hacen o tareas habituales. Esto podría incluir notar las sensaciones en la ducha, escuchar intencionalmente a la gente con curiosidad, correr con atención, o poner presencia a los sentimientos agradables y desagradables que se presentan a lo largo del día.
En mi experiencia, ayuda tener ambas prácticas, un práctica formal y  varias prácticas informales que extienden la atención a la vida cotidiana. Como dijo el poeta indio Kabir en el siglo XV: Dondequiera que estés, ese el punto de entrada. En otras palabras, hazlo a tu manera y comienza ya

Mito 3: Se trata  de conseguir concentrarse
Se puede tener el beneficio de incrementar la habilidad de concentrarse de la práctica de mindfulnes, pero no se trata solo de concentrarse. Recuerda, mindfulness es  cultivar la consciencia. La concentración puede ser una habilidad importante a cultivar para nuestro bienestar, pero no es mindfulness. Te puedes sentar en meditación enfocándote en la respiración y que la mente se distraiga cientos de veces. El hecho de que se distraiga no significa que lo hagas mal. De hecho, cada vez que notas que tu mente se va, tu estas presente, en un estado de mindfulness. En ese espacio, está la elección de volver a traer la atención amablemente
Mindfulness es consciencia. En un momento observas tu mente errante, en el siguiente observas la respiración, ambos momentos implican consciencia.

Mito 4: Mindfulness es para gente tranquila
He dirigido grupos mucho tiempo y gran parte de la gente que se inscribe está lejos de estar relajada. Cuando el curso acaba, muchos de ellos sienten que han conseguido un sentido interno de control y son capaces de manejar la turbulencia con mayor facilidad. De hecho, puedo concluir que la gente que se encuentra muy inquieta es la que más se beneficia de integrar los principios y la práctica de mindfulness en sus vidas.
Esto no significa que mindfulness nos aporte calma, pero puede aportar una mayor flexibilidad mental para abrirse tanto a los buenos momentos como a los más difíciles.

Mito 5: Los profesores de mindfulness están siempre presentes
Permiteme derribar este mito con una experiencia personal. Yo soy instructor de mindfulnes y he dirigido y practicado gran número de meditaciones, pero puedo descubrirme a mi mismo en muchos momentos de falta de consciencia. Tengo igualmente amigos instructores que tienen también muchos momentos así. De hecho, la razón que lleva a muchos instructores al mindfulness es facilitar el manejo de una mente revuelta.
No me malinterpretes, la práctica ha sido muy útil personalmente, en mis relaciones y profesionalmente. De hecho, uno de los momento donde me es más útil es en los momentos de inconsciencia, ya que me ayuda a darme cuenta de ellos antes y con mayor auto-compasión.

¿Mito 6 ? Mindfulness puede transformar el mundo en un lugar mejor.
Si se extendiera la práctica lo suficiente…Quizá este mito no sea tal, sino que  realmente tenga cierta credibilidad. Como dice Thich Nhat Hanh: Paz en uno mismo, Paz en el mundo
(Traducido del blog de Elisha Goldstein. Adaptado de Mindfulness & Psychotherapy)

Modos de liberarnos de la tiranía del tiempo.

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NO perdemos el contacto con el mundo ¿pero estamos en contacto con nosotros mismos?

En la entrada anterior reflexionamos sobre cómo nos estresa nuestra relación con el tiempo ya sea por tener  exceso o escasez de actividades en la vida cotidiana.

Jon Kabat-Zinn , en su libro Vivir con plenitud las crisis, sugiere cuatro maneras  de sanar nuestra relación con el tiempo :

Primero nos recordamos que el tiempo es solo un producto del pensamiento, y que lo vivimos subjetivamente y con relatividad.

El tiempo no es algo real, es un instrumento arbitrario para organizarnos en este mundo. Einstein aportó su teoría de la relatividad, que sacudió las concepciones del tiempo absoluto de Newton, considerando que el tiempo está en función del movimiento.

¿Y qué es lo que está moviéndose continuamente dentro de mí que va a determinar como percibo el paso del tiempo? Los pensamientos.

Todos hemos experimentado q cuando nuestra mente está agitada y apremiada por mucha tareas y preocupación, el tiempo parece encogerse. En cambio cuando nos calmamos y permitimos un espacio entre los pensamientos, parece expandirse.

Cuando nuestra cadena de pensamientos está acelerada, actuamos en automático, nos cuesta cambiar de dirección. Cuando hacemos espacios entre pensamientos, se produce una parada momentánea y podemos movernos hacia cualquier lugar, es decir, ser más libres.

Una 2ª forma es vivir más el presente.

Eckart Tolle distingue en su libro El poder del Ahora, entre tiempo real y tiempo psicológico. El tiempo real es que que usamos para organizarnos, relacionarnos y hacer nuestras tareas. Cuando dejamos de poner atención en el presente para perseguir un objetivo al que supeditamos nuestro bienestar, o a dar vueltas a situaciones del pasado, comienza el estrés y el sufrimiento.. Se convierte en tiempo psicológico, en donde uno se identifica con vivencias pasadas o logros futuros, y se olvida de gozar el presente, que es donde está la vida real.

Podemos ir poniendo conciencia gradualmente en más momentos de nuestra vida. Y también darnos cuenta de nuestras prisas y otras inercias mentales para poder soltarlas.

Desperdiciamos una gran cantidad de energía en preocupaciones relativas al futuro o en elucubraciones sobre el pasado. Ello nos sume en la ansiedad o en estados de malestar, añorando lo que fue o temiendo lo que pueda pasar…

Vivir el presente es un gran regalo que nos hacemos a nosotros mismos y significa que podemos reclamar nuestra vida entera, en vez de vivir solo para nuestras vacaciones o para esos momentos especiales que suponemos que nos van a llevar a sentirnos seguros y en paz. Sin embargo, no suele funcionar así. Cuando esos instantes llegan, suelen ser efímeros y no suelen corresponder a las expectativas que teníamos. El reto consiste en introducir la calma en nuestra cotidianidad, en reconciliarnos con el ahora. ¿Cómo?

En primer lugar, abriéndonos al ahora con toda nuestra atención. Podemos hacerlo en medio de cualquier tarea: caminar, comer, lavarnos los dientes, escuchar a una persona, etc. Al poner atención plena a una actividad le damos vida. Al unir nuestra mente y nuestra intención, todo adquiere una cualidad diferente; nos sentimos reforzados, pues se unifican nuestras energías. Este es el sentido del yoga: unir cuerpo y mente.

Al habituarnos a vivir así, nos damos cuenta de que es muy agradable estar en el presente. Al conectar con nuestro cuerpo, sensaciones, respiración, emociones, etc. nos implicamos realmente en la vida y, al hacer esto, la percepción del tiempo cambia.. Podemos relajarnos en cada actividad y a la vez ser más lúcidos.

Una 3ª forma es dedicar una rato cada día a meditar, a no hacer, solo ser.

Practicando la atención a la respiración, a nuestras sensaciones, o al fluir de nuestros pensamientos, dejándolos pasar, nos salimos de la vorágine del tiempo y empezamos a vivir en el presente.

Necesitamos saber dar importancia a ese tiempo y no considerarlo secundario por estar vacío de acción. También necesitamos saber decir no a otras cosas o personas para reservarnos un espacio para el silencio. El comprometernos en esta práctica ralentiza el tiempo y nos ayuda a reforzar nuestra capacidad de actuar en el presente el resto del día.

Una 4ª forma es simplificar nuestra vida. Eso significa priorizar lo importante y descartar lo superfluo.  Podemos empezar por pequeños cambios.  Es importante clarificar nuestras prioridades y optar con plena conciencia por dejar actividades innecesarias.

Hay una fórmula de tres puntos que nos da unas pautas:

¿Qué es es en mi vida absolutamente necesario e importante para mi calidad de vida?  Decido hacer esas cosas o cultivar esas relaciones con toda mi consciencia.

¿Qué cosas son secundarias? Decido las relaciones, actividades, tareas que puedo reducir, posponer o delegar en otras personas.

¿Qué hay en mi vida que ya no me sirve? Puedo eliminar lo superfluo e inútil de mi vida.

Cuenta un biógrafo de Gandhi  que cierto día un periodista le preguntó  ‘señor Gandhi,  usted ha trabajado durante 15 horas al día durante 50 años. ¿No cree que debería tomarse unas vacaciones?’ Gandhi mostró su sonrisa desdentada y respondió, “siempre estoy de vacaciones”

La palabra vacación tiene la misma raíz que vacío y vacante. Es la esencia  de la atención plena, de la consciencia en el presente.

El tiempo y la práctica meditativa

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Hubo una época en que  las actividades humanas se adaptaban al ritmo de la naturaleza, teníamos que ir más lentos al caer el sol por falta de  luz, había más momentos para la calma, por ejemplo junto al fuego de una hoguera.

Hoy día, además de trabajo diario, podemos seguir activos a todas horas, distraernos y relacionarnos virtualmente o en persona,  podemos vernos arrastrados por un bombardeo de estímulos y sensaciones, ser confundidos o desbordados por un exceso de información y de alternativas.

Encontrar un hueco para la quietud y el silencio, puede ser difícil e incluso  muchos tienden a considerarlo inútil o absurdo.

Hay etapas en la vida en que nos falta tiempo para hacer todo lo que querríamos. Quizá tenemos tantas obligaciones, proyectos y temas pendientes,  sentimos que el tiempo pasa tan deprisa…que dejamos de hacer actividades valiosas. Muchas veces lo urgente desplaza a lo importante.  Nuestra vida suele estar compartimentalizada: tiempo para el trabajo, tiempo para la familia, tiempo para los amigos, y, por último, tiempo para mi.

Entonces, estando llenos de actividad y escasos de tiempo,  ¿cómo vamos a buscar un espacio de tiempo para practicar el no hacer, meditar?

En otras situaciones nos podemos encontrar  con exceso de tiempo, sin nada que hacer,  que el tiempo se nos hace interminable, no sabemos cómo manejarlo (imagina alguien convaleciente por enfermedad o accidente, o alguien en paro o con abundancia de  tiempo muerto).  Aburridos, sin actividad  de nuestro interés, nos gustaría llenar este tiempo vacío ,  entonces ¿cómo podríamos hacer para motivarnos y encontrar sentido a meditar, a una actividad que implica no hacer, si precisamente nos sobre inactividad?

 El presente ilimitado

Mas vale no hacer nada que perder el tiempo.

Hay una respuesta a las cuestiones anteriores. La paz interior existe fuera del tiempo. ¿Y si fuera precisamente entrar en una dimensión fuera del tiempo lo que nos salve del agobio del tiempo?

Para la persona activa, el comprometerse a pasar un tiempo cada día en quietud y contemplación  va a descubrirle la experiencia de estar fuera del flujo temporal. Puede que la relación con el tiempo cambie al aportar conciencia al ahora, y que en lugar de luchar con el tiempo, pueda aprender a fluir, a estar más presente.

No hacer significa dejar ir, soltar los contenidos mentales. Salimos de nuestro agobio o de nuestra infelicidad y nos ponemos en contacto con nosotros mismos , accedemos a  un punto de paz en nuestro interior..

La persona con poca actividad , en su mente probablemente sí esté haciendo muchas cosas, por ejemplo creando aburrimiento, frustración, rabia o desesperanza.  Estas actividades mentales pueden minar nuestras energías y hacernos sentir interminable el paso del tiempo.

Podemos aprovechar el tiempo, si estamos confinados en cama o en casa, como una oportunidad de hacer una práctica interior, la práctica de ser,  de la comprensión y la conciencia de nosotros mismos.

Cuando se cultiva el no hacer, la consciencia de ser, los estados negativos no pueden sobrevivir mucho tiempo, porque nos sentimos en paz. Este morar en el ser, probablemente nos llevará a una mayor claridad sobre nosotros mismos, sobre  nuestras relaciones y sobre qué actividades tienen  sentido para nosotros.

En realidad, al practicar la meditación  no es que no hagamos nada, dado que estamos entrenando la concentración y la presencia;  observando el ir y venir de los pensamientos aprendemos gradualmente a no ser arrastrados por nuestra mente; cultivamos una actitud benevolente y sin juicios;  cultivamos la habilidad para residir en el silencio y la quietud, en un presente sin límites.

Lecturas para profundizar:  Vivir con plenitud las crisis, de J.Kabat-Zinn.      El poder del ahora, de E. Tolle.

Mindfulness y alimentación

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Mindfulness –o atención plena- es prestar atención de manera deliberada, ser totalmente consciente de lo que sucede tanto en tu interior – en el cuerpo, el corazón y la mente- como fuera, en tu entorno. Mindfulness es consciencia sin juicio de valor ni crítica.  (Jan Chozen Bays)

La cultura de la comida rápida, el desarrollo de la industria alimentaria y otros factores sociales han afectado a nuestros hábitos alimenticios. Hay una epidemia de sobrepeso (y obesidad),  de transtornos alimentarios y enfermedades  producto de una relación desequilibrada con la comida. Se está intentado solventar esta situación con una lucha contra la acumulación de grasa en nuestros cuerpos, a través de dietas diversas (muchas veces insanas), ejercicio compulsivo, liposucción, cirugía digestiva, etc. Pero estas soluciones han resultado poco duraderas, presentan muchas veces complicaciones y efectos secundarios negativos. No van a la raíz del problema.

El problema no está en los alimentos ni en nuestras células. El origen está en nuestra mente y corazón. Necesitamos un trabajo interior con nosotros mismos. Necesitamos otras maneras de afrontar el asunto de comer.

Mindfulness podría ser la herramienta apropiada, accesible, profunda y que además produce efectos duraderos, sin causar daños colaterales. Comer atentos significa observar las sensaciones, pensamientos y emociones que surgen relacionadas con la comida y el hecho de comer. Podemos aprender a estar presentes al comer, mejorar la relación con la comida y disfrutar más.

Comer con atención plena no significa seguir a un experto o una dieta, ni a las últimas novedades de la ciencia, sino a tus propias experiencias del momento. Significa sustituir la autocrítica y la culpa en relación con  la comida por respeto a ti mismo y tomar conciencia de tu visión interior. Aunque no tengamos problemas con la comida podemos ampliar nuestra práctica meditativa poniendo atención en el acto cotidiano de comer.

Cuando eramos niños teníamos una relación natural con la comida, y con las sensaciones de  hambre y  satisfacción. Al ir creciendo nuestra mente se complicó con todo tipo de aprendizajes y emociones, quizá llegando  quizá a convertir el hecho de comer en un problema. Al mismo tiempo nuestro entorno nos fue enseñando hábitos insanos en relación con la comida. Quizá nuestros educadores nos transmitieron su angustia menoscabando nuestra sabiduría innata y el placer natural al alimentarnos.  Como resultado muchos hemos desarrollado hábitos reactivos.

La práctica de mindfulness tiene el potencial de liberarnos de estos hábitos reactivos que llevamos con nosotros. Puede liberarnos de las voces y emociones indeseadas que se han apoderado de nuestra comida y que nos han alejado del hecho natural de comer y disfrutar de ello.  Ciertamente es un camino de consciencia: necesitamos coraje en la práctica, apoyo y comprensión.

 

¿Por qué meditar? ¿para qué molestarse?

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Para empezar podemos considerar la práctica de la meditación mindfulness como un entrenamiento mental y emocional, que podemos comparar con el entrenamiento físico.

Si ejercitas tu cuerpo y tus músculos obtendrás unos resultados al cabo de un tiempo  (mayor energía, fuerza muscular, huesos más densos, etc.), aunque al principio suele haber  incomodidades (agujetas, cansancio, desgana, etc.).

Si ejercitas tu mente también obtendrás beneficios como mayor calma, concentración, bienestar, mejor conexión con otros,  y otros efectos a nivel de salud física y mental (como refuerzo del sistema inmunológicos o disminución de síntomas del estrés), efectos que la investigación está confirmando. También suelen aparecer ciertos obstáculos o dificultades, sobre todo al principio, (inquietud, sueño, dudas, emociones incómodas, etc.) que debemos manejar adecuadamente.

Además de entrenar la mente  vamos sembrando semillas de consciencia en el camino, de modo que con el tiempo podemos llegar a transformar nuestra vida, a través del proceso de autoconocimiento que aporta la práctica, que nos lleve a ser más auténticos y felices.   El hecho de conocernos nos hace darnos cuenta de lo que nos limita y obstaculiza en nuestro desarrollo, uno empieza a descubrir lo que es realmente  importante.

Otro efecto señalado de la práctica es el poder afrontar mejor los cambios, los tiempos duros y las emociones difíciles. Se va incorporando una actitud de apertura y aceptación frente a la vida, en lugar de un patrón mental más rígido que reacciona con juicios, autocríticas, resistencias, miedos, etc

La psicología moderna ha comprobado que mindfulness es una interesante herramienta terapéutica, que se emplea para paliar el sufrimiento que se deriva de no afrontar la realidad dolorosa, de querer huir del malestar, de querer controlar lo incontrolable. Mucho sufrimiento humano se deriva de no aceptar y resistirse a lo inevitable, como es la pérdida, la enfermedad, la frustración, etc. El hecho de cultivar la aceptación, el poder soltar y ser compasivo es un factor decisivo hacia la sanación.

Mindfulness  nos sirve también en situaciones de emergencia, de estrés. Nos aporta más consciencia y nos abre a disponer de más opciones para actuar,  para dar respuestas más beneficiosas que la reacción automática que cada uno pueda tener en cada situación estresante.

Alguna vez escuché que la mejor motivación para meditar es simplemente porque somos SERES humanos. Nos identificamos tanto con lo que hacemos, nos valoramos generalmente por lo que tenemos, que nos hemos olvidado de que en esencia simplemente SOMOS.  Y por eso mismo, podemos empezar a poner presencia (PRE-ESENCIA, previo para llegar a la ESENCIA), es decir a meditar.

Una relajación sin condiciones

 

relaxLa relajación es la antesala de la meditación  (D. Chopra).

Podríamos considerar que las técnicas de relajación tienen como objetivo  llegar a un estado de calma, dependiendo de  unos condicionantes  para manifestarse, como un espacio físico adecuado, silencio, tiempo, una música suave o una voz externa que emite sugestiones a un ritmo lento, etc. Y realmente son técnicas que contribuyen a menudo  al bienestar, pero a veces el estado mental y/o físico esta tan alterado que conseguir llegar a la calma es muy difícil.

Se podría decir que la meditación aporta otro tipo de relajación más incondicional. Una relajación que no depende de las condiciones externas. Para ello necesitamos cambiar el foco de atención desde las experiencias mismas a nuestra relación con ellas. Esto quiere decir que lo que hacemos para relajarnos es menos importante que el modo o la actitud que  tomamos frente a lo que nos pasa en la vida.

Hemos aprendido a buscar la paz fuera de nosotros mismos. Pero quien desarrolla paz interna vive sosegado pese a estar rodeado de conflictos y quien tiene una actitud ansiosa no goza de tranquilidad aunque viva en condiciones tranquilas.

La relajación que proviene de la práctica meditativa es más radical que la relajación producida por otras técnicas, y requiere del cultivo de la ecuanimidad, que es la actitud  de tomar una perspectiva equilibrada ante los cambiantes eventos de la vida.  Mindfulness propone prestar atención sin expectativas, simplemente estar presente sin más, y hacer una pausa en nuestro juego mental de perseguir lo que nos agrada o ilusiona y de huir de lo molesto. Entonces, en la presencia ecuánime nos relajamos a nivel más profundo, dejando de reaccionar automáticamente a nuestros impulsos.

Aunque la meditación se está presentando a menudo como una estrategia de reducción del estrés, no existe en las enseñanzas de Buda ninguna alusión a la relajación. La meditación se usaba como medio para despertar, no para relajarse. Se habla en los textos clásicos de la actitud de soltar, de dejar ir. Dejar ir no es una técnica ni una acción, sino más bien un dejar de hacer. Dejar de quedarnos atrapados en el apego o la aversión ante las circunstancias de la vida. Esta es la relajación primordial que siempre va de la mano de la ecuanimidad y de una comprensión esencial.

Cuando meditamos la distensión y la calma son “efectos añadidos”,  no el objetivo final. Cuando hemos practicado diferentes técnicas de relajación y decidimos pasar a la meditación, ello supone un salto consciente hacia ese “estar presentes” . La presencia abarca desde lo más físico y cotidiano a lo más trascendente y es la propuesta de  las tradiciones espirituales a las que hoy en día se suman la psicología y la neurociencia.

 

 

Consciente (Mindful)

solbosque

Cada día veo u oigo algo

que más o menos

me hace morir de dicha,

que me deja como una aguja

en un pajar de luz

Es para lo que nací

para mirar, para escuchar,

para perderme

dentro de este blando mundo

Para instruirme una y otra vez

en la alegría, en la aclamación.

No estoy hablando de lo excepcional,

lo temible, lo tremendo, lo muy extravagante

sino de lo ordinario, de lo común, de lo sin lustre,

de las manifestaciones cotidianas.

Oh, buena experta me digo a mi misma,

¿Cómo puedes evitar hacerte sabia

con estas enseñanzas, siendo ellas

la luz inextricable del mundo,

el brillo del océano,

las oraciones hechas de la hierba?

           (MARY OLIVER)