Aunque nuestra mente puede ser una herramienta maravillosa para lograr metas y solucionar problemas, en su funcionamiento habitual suele manifestar diversas inercias, algunas de las cuales son dañinas.
Vamos a revisar ahora una serie de tipos habituales de inercia mental o tendencias que nos producen sufrimiento, y cómo la meditación tiende a neutralizar estos efectos.
Escaparse del presente, distraerse
Sólo el momento presente contiene la vida (T.N. Hahn)
En un momento dado quizá nos preocupemos por un futuro incierto, inmersos en fantasías de miedo y esperanza. En otro momento quizá nos obsesionamos con el pasado doloroso y nos abruma la culpa, la rabia, o la confusión. O bien aburridos por la rutina nos perdemos en ensoñaciones.
Parece que tenemos poco control sobre esta fábrica de pensamientos que es la mente, y que a menudo nos arrastra lejos del presente.
Cuando meditamos practicamos el traer la mente una y otra vez al momento presente. Observamos los pensamientos aprendiendo a que no sean ellos los que nos dirijan y los soltamos para poner la atención en el objeto de la práctica. Esto es un ejercicio de autocontrol que va mejorando la concentración en el aquí y ahora.
Impaciencia
Adopte el ritmo de la naturaleza; su secreto es la paciencia. (R.W. Emerson)
Nuestra sociedad actual de cambios acelerados y búsqueda de resultados rápidos no fomenta una actitud paciente y tranquila. Nos aburre la rutina y el tiempo neutro sin intensidad emocional. Caemos en el desasosiego y la frustración al no aceptar el ritmo natural de la vida.
Meditar implica cultivar la paciencia amorosa, una actitud para generar confianza y tranquilidad. Volvemos a retomar una y otra vez la atención observando y soltando la posible inquietud que aparezca.
Apego y aversión.
Tenemos tendencia a aferrarnos a las experiencias agradables y a rechazar las molestas. La mente entra en una dinámica de gusto y disgusto, de apegos y aversiones, y dado que la vida es cambio continuo esto nos produce sufrimiento.
La meditación va cultivando una mente más ecuánime, que no hace distinciones; se va consiguiendo no reaccionar de forma automática, poner distancia de lo que nos sucede. No es indiferencia sino observación tranquila de nuestra realidad cambiante para llegar a aceptarla.
Resistencia a lo que hay.
“A lo que te resistes, persiste” ( C. Jung)
Es común observar la tendencia humana a oponerse a los cambios, sobre todo a los que traen dolor o incomodidad. Pero los cambios son inevitables. Las pérdidas, la enfermedad y la muerte son partes de la vida. Resistirnos a la realidad dolorosa añade una capa adicional de sufrimiento. A veces la dificultad para aceptar la realidad está en nuestros rígidos esquemas de cómo deberían ser las cosas.
Por medio de la meditación se puede aprender a fluir con la vida, a soltar antiguos esquemas, a desarrollar una mente más abierta, flexible y receptiva. Al meditar se practica la aceptación de lo que es, dejamos de luchar contra lo que nos molesta o no encaja para ser capaces verdaderamente de transformar todo eso. Se aprende a observar y relajarse en el dolor, lo cual lo va a hacer más soportable.
Juicios, comparaciones y autocríticas
Observar sin evaluar constituye la forma suprema de inteligencia humana .
(J. Krishnamurti)
La tendencia a juzgar lo que hacemos nosotros y otras personas, nos causa frustración y malestar. Esta tendencia se origina en un conjunto de creencias negativas arraigadas profundamente. Al juzgar simplificamos la realidad y ello conduce a que nuestra percepción sea limitada. Cuando ponemos etiquetas cerramos puertas a la posibilidad de cambio y se suelen generar emociones negativas que nos dañan.
Al practicar la meditación se aprende a observar esta inercia de juzgar, aprendemos a soltar juicios y aceptar la realidad como es. Incorporamos una actitud compasiva, empezando por nosotros mismos.
Cavilación constante y desbordamiento emocional
Mi vida ha estado llena de desgracias terribles, la mayoría de las cuales nunca ocurrieron (M. Twain)
La tendencia mental a obsesionarse con ciertos pensamientos y emociones crea tensión y ansiedad. Es una inercia que lleva a reproducir el mismo tipo de pensamientos y quedarse atascado en ello. Es la denominada rumiación mental que está relacionada con la depresión y otros trastornos emocionales. A veces las emociones nos nublan la mente y nos atormentan el corazón y nos pueden arrastrar a actuar de forma que más tarde lamentamos.
Al practicar la meditación se cultiva una mente más alerta, abierta, que permite fluir más en el presente, aprendiendo a dejar marchar los pensamientos recurrentes. La meditación no nos libra de las emociones difíciles, pero enseña a poder observarlas y aceptarlas dejando que fluyan.
Patrones mentales negativos.
Darse cuenta es la llave de la transformación (F. Perls)
Muchas personas se dan cuenta de los patrones negativos que dominan su mente, (por ejemplo sentimientos y pensamientos repetitivos de perfeccionismo, pesimismo, victimismo, etc.) que provienen del pasado. Estos patrones tienen una energía que nos arrastra, seamos o no conscientes de ellos. El resultado es que uno puede estar reaccionando a su programa doloroso interior y perderse la inmediatez de la vida y su belleza.
La meditación nos enseña a ser más conscientes y poder observar con distancia estas historias, evitando que nos dominen. Por otro lado, meditando también se pueden cultivar estados y sentimientos positivos, como la autocompasión, la bondad, la gratitud…cultivo que va creando una base amorosa para afrontar la vida que contrarresta la negatividad de los patrones mentales.
Ilusión de separación.
Como enseña la tradición, la creencia que somos seres aislados del mundo y de los demás es la gran fuente de sufrimiento, que lleva al miedo y la inseguridad.
Esta y otras inercias mentales serían como velos que cubren la verdadera esencia, pues la agitación y la confusión oscurecen la visión de la misma.
La meditación ofrece la oportunidad de abrir la consciencia a esa realidad auténtica, de empezar a vislumbrar una dimensión más profunda.