No somos los pensamientos, sino la Conciencia que está detrás y que es consciente de ellos (E. Martínez Lozano)
En esta cultura de la inmediatez, frecuentemente se buscan los remedios rápidos: la pildora mágica que nos alivie. Es más fácil evadirnos que acometer una práctica continuada de autoconocimiento. Nos cuesta involucrarnos en procesos como el que requiere la meditación.
Pero a pesar de las inercias y patrones mentales arraigados que nos hacen sufrir, la práctica habitual de la meditación de la atención plena o mindfulness nos ayuda a relacionarnos de una manera más útil con nuestros contenidos mentales.
Las prácticas meditativas producen efectos -a veces sútiles a veces más evidentes- que nos inducen un mayor bienestar vital. El desarrollo de la concentración nos facilita la experiencia de calma y armonía, se aprende a volver al momento presente, fortaleciendo la conexión directa con la vida, más allá de los dramas e historias personales.
El cultivo de estados positivos como la compasión y la alegría, es otra práctica que contrarresta estados negativos en que a veces naufragamos, como la depresión, la ansiedad, la rabia, etc.
La práctica de la consciencia abierta, facilita la liberación espontánea de pensamientos y emociones, que necesitan fluir y sanarse.
La consciencia de la experiencia interior provoca un cambio de actitud. En lugar de ser arrastrado por la corriente mental, uno se convierte gradualmente en un observador que está en la orilla mirando el fluir del río de la experiencia.
Cuando se medita regularmente se comprueban los temas recurrentes y patrones particulares de la mente. Y uno va percatándose de que la propia mente es la que crea su historia y la recrea, produciendo sufrimiento. El ser consciente de la propia historia empieza a transformarla de forma sutil, y al poner distancia uno se hace menos reactivo ante la vida.
No queremos transmitir que la meditación es una panacea, ni idealizar su uso: realmente puede aportar efectos como una mente más clara y serena , además de otros beneficios terapéuticos a medio plazo pero es también un largo proceso de apertura y desidentificación, con sus momentos plenos y sus momentos difíciles, como la vida misma.