El sufrimiento es el resultado de sentir dolor y no aceptarlo (M.Linehan)
Las terapias basadas en mindfulness enseñan al paciente a aceptar su estado y sus contenidos mentales, dejando de usar estrategias de evitación. que no aportan alivio. Aclaramos que en este contexto puede parecer extraño hablar de tomar conciencia del malestar. Esto no significa dejar de luchar o rendirse ante un estado doloroso. Al contrario mindfulness ayuda a escuchar y observar los síntomas en lugar de resistirse a ellos, precisamente como un medio para aliviar el sufrimiento.
Se está usando la meditación de la atención plena o mindfulness como herramienta terapéutica mejorando los resultados en las siguientes dolencias psíquicas:
-Trastornos de ansiedad, que engloban los ataques de pánico, el estrés postraumático, la ansiedad generalizada, las fobias y los transtornos obsesivos. En ellos los principales síntomas son el miedo y la ansiedad. Mindfulness ayuda a experimentar sus sensaciones de forma natural, a afrontarlas en lugar de evitarlas.
–Trastornos del estado de ánimo. El más conocido es la depresión. Mindfulness ayuda a las personas a no caer en automatismos mentales como rumiaciones, que son pensamientos negativos en círculo que se pueden alargar durante horas. Se ha comprobado que disminuir estas rumiaciones mejora el estado de ánimo y a la vez disminuye el riesgo de recaídas.
–Trastorno límite de la personalidad, que se caracteriza por una alta vulnerabilidad emocional. Con el tiempo la persona aprende a evitar las emociones para protegerse. Con Mindfulness se ayuda a poner consciencia en las emociones y manejarlas, a desarrollar su identidad, a afrontar la realidad y la sensación de vacío.
–Trastornos adictivos y de alimentación. Para los que sufren adicción a las drogas, al alcohol, la comida … el mindfulness se dirige a enseñar a observar el deseo de consumir, a manejar la impulsividad y aprender el autocontrol.
–Trastornos psicóticos como la esquizofrenia han tenido resultados esperanzadores con mindfulness, que propician que la persona reconozca su enfermedad y conviva de forma más armónica con los síntomas resistentes.