No podemos cambiar nada hasta que lo aceptamos. La condena no libera, oprime. (C.G. Jung)
No aceptamos cada vez que nos enfadamos o nos violentamos con alguien: me resisto a ti, me molesta lo que haces, no me gustas, quiero que cambies.
No aceptamos cuando nos criticamos o nos sentimos culpables por nuestra conducta: no me permito errores ni limitaciones… me trato con exigencia y dureza.
No aceptamos cuando juzgamos, para bien o para mal, a una persona o situación. No aceptamos cuando nos quedamos atrapados en el odio o el resentimiento. Me resisto a soltar el pasado, a tolerar una conducta.
No aceptamos cuando nos preocupamos por alguien o por el futuro: no confío en la vida o en alguien, no me dejo fluir con lo que es.
No aceptamos cada vez que rechazamos la incomodidad, las diferencias. No me abro a los cambios y dificultades, no tolero a los diferentes,…
No aceptamos cuando nos resistimos a un hecho doloroso; la vida se puede paralizar en torno a ese acontecimiento… y además solemos transformarnos en víctimas de forma consciente o inconsciente. Me resisto al dolor y a la pérdida.
Aceptar es la capacidad de acoger lo que viene, sea agradable o doloroso; es permitir lo que es, es lo contrario de oponer resistencia.
Cuando sucede algo que nos disgusta o aparece un obstáculo, solemos reaccionar oponiéndonos a ello. Esta resistencia puede hacerse de forma directa, por ejemplo reaccionando con ira, enfado, rebeldía o bien de forma más pasiva como, por ejemplo, negando o reprimiendo los sentimientos o huyendo.
Hay muchas formas de huida: mirar para otro lado, esquivar responsabilidades “esto no va conmigo”. Siempre que no estamos presentes estamos huyendo: nos evadimos con nuestra fantasía (por ejemplo, empezar a trabajar el lunes pensando en el viernes que viene). Las drogas son otra forma de huida. Las drogas tapan el malestar. Hablamos de drogas en sentido amplio: incluso el trabajo, la comida y el sexo se pueden usar como huida. Es el refugio en la inconsciencia.
Hay que aclarar que aceptación no significa resignarse. Aceptar no implica renunciar a cambiar las cosas, sino solo reconocer cómo es la realidad en el presente, afrontarla y desde ahí poder trabajar para superar el obstáculo.
En la vida nos sobrevienen muchas experiencias adversas que no podemos eludir: decepciones, rechazos, enfermedades, accidentes, pérdidas, muerte de seres queridos, etc. Si al dolor que acompaña a estas experiencias le sumamos nuestra resistencia, estamos produciendo un sufrimiento innecesario.
La formula del sufrimiento sería: Dolor (inevitable) X Resistencia = Sufrimiento (evitable), donde el dolor natural que aparece en la vida aparece aumentado y convertido en sufrimiento, producto del nivel de resistencia mental.
Otra consecuencia nociva de la resistencia es que empeñándonos en eliminar un obstáculo molesto, y siendo esto imposible, no se logra nada más que nos quedemos atrapados en una conmoción emocional que nos roba la calma y claridad necesarias para encontrar un camino adecuado y poder actuar.
Bravo Agustín. Me has ayudado a ver las cosas con más claridad. Yo soy de las que opone resistencia ante hechos que me disgustan o de las que evaden… No he tenido el coraje suficiente para aceptar. Mi compromiso actualmente está precisamente en el aceptar la vida como viene, un camino duro pero gratificante a la larga que espero que me ayude a llevar una vida más equilibrada. Gracias de verdad por tu blog y tu sabiduría.
Gracias por tu reflexión María. Todos estamos en el proceso de aceptar y abrirnos a la vida como es, y soltar las resistencias, apegos, etc.