Esta historia trata de un granjero muy devoto que día a día se ocupaba de sus quehaceres lo mejor que sabía, sin embargo no siempre recogía el fruto de su trabajo tal y como deseaba.
Hubo una época en que las circunstancias que vivía eran particularmente difíciles, por eso una mañana mientras trabajaba en el campo levantó su mirada hacia el cielo y preguntó en voz alta:- ¿qué debo hacer?.
Para su sorpresa escuchó claramente una voz que decía: –“Empuja la Roca”.
Precisamente en un extremo de su parcela había un peñasco enorme, nunca pensó que pudiera moverse pero la Voz había sido rotunda: “Empuja la Roca”.
Así que a partir de entonces todos los días, mañana y tarde se dedicaba un rato a empujarla. Después de un tiempo sus vecinos terminaron por reírle la ocurrencia pero nuestro protagonista continuo siendo constante, no en vano la orden había venido del cielo.
Paso el tiempo, el peñasco no se movía ni un milímetro de su sitio sin embargo el granjero era cada día más fuerte…., no había tarea que no abordara con optimismo y confianza.
Sus músculos se habían desarrollado al tiempo que su voluntad y al fin comprendió que la tarea de empujar no tenía como meta “mover la roca” sino movilizar todo aquello que realmente nos define como seres humanos.
Agustín Prieta 