Podemos aprender a nutrirnos y a ser más conscientes en el acto de alimentarnos. Pero más que leer teorías o estudios profundos, necesitamos experimentar en la cocina y en la mesa con el comer atento, y abrirnos a una dimensión más amplia de conciencia.
Desde un planteamiento de conciencia podemos optar por una alimentación distinta en base a tres criterios:
- Conciencia de salud: Que alimentación me proporciona un nivel energético superior, y el nivel más bajo posible de enfermedad. En general se considera más sana una dieta baja en toxinas y productos químicos, más cercana a los productos vegetales y frutas, con más fibra y vitaminas.
- Conciencia ética basada en evitar el abuso y explotación animal innecesario.
- Conciencia ecológica. Se trata de hacer poca huella ecológica, ahorro de energía, agua y recursos, en nuestra opción. Nuestras opciones tienen un efecto a nivel global. De entrada si tenemos conciencia más integradora podemos considerar si el alimento consumido es ecológico. Es una elección alimentarse desde una integridad global teniendo en cuenta la naturaleza (lo local y de temporada)….
Podemos elegir una opción alimentaria, distinta a la que nos ofrece nuestra cultura omnivora y consumista, en base a todos estos criterios. Algunas opciones encierran toda una filosofía de vida como la macrobiótica, la alimentación ayurvédica, o el higienismo. Tenemos opciones alimentarias como el vegetarianismo, el veganismo, frugivorismo o crudiveganismo, que prescinden total o parcialmente de productos de origen animal.. Cada opción alimentaria supone una apertura, un descubrimiento y el reto de poder soltar viejos hábitos y creencias.
El cambio de alimentación debe ser un proceso de consciencia y experimentación, que conviene hacerlo según nuestro ritmo, evitando rigidez o dogmatismos. Al final una vez superado un proceso necesario de adaptación, su validez la otorga un nivel de bienestar o calidad de vida superior.