Nuestras caras son ventanas a nuestros sentimientos más íntimos. Sin embargo nos podemos tratar como extraños, expresándonos ásperas críticas.
Estamos rodeados de espejos que reflejan nuestra cara. ¿Pero cuando nos tomamos tiempo realmente para mirarnos a la cara, en lugar de buscar modos de ocultar lo que consideramos sus cualidades menos agradables? La corriente de comentarios internos es probablemente familiar para todos: Mi nariz es muy grande/muy pequeña… Ojala tuviera más pelo…. Por qué no me parezco más a mi hermana, hermano, amiga….?
Sabemos intuitivamente que la cara está constantemente fluyendo y cambiando en respuesta a las experiencias. Observamos este flujo en las caras alrededor, y sus expresiones nos pueden llevar a empatizar. Aún así, cuando se trata de nuestra propia cara, arrojamos la compasión por la ventana.
Aplica la consciencia compasiva de mindfulness, la cual nos ayuda a ver las cosas con una actitud de receptividad, equilibrio y paciencia. Observando con mirada lúcida como reaccionamos ante nosotros mismos, ponemos la base para construir un relación con nosotros -y otros- impregnada en confianza y aceptación, en lugar de constante rechazo o evitación.
- Siéntate enfrente de un espejo, en un lugar con luz. Haz de tu cara el foco de atención, y relájate lo más posible.
- Pon consciencia en cada parte de tu cara: frente, ojos, mejillas, nariz, labios, barbilla, mandíbula. Incluye tus ojos y orejas. Nota lo que ves objetivamente, deja ir los juicios. No hay arrugas, por ejemplo, sino, en palabras del filósofo Emmanuel Lévinas, lugares donde la cara ha dejado una huella de sí misma.
- Presta atención a los comentarios internos de agrado o desagrado, así como lugares en tu cara u otro sitio en tu cuerpo, donde experimentas tensión, contracción o incomodidad. Nota si surgen pensamientos – quizá la resistencia a la forma de tu nariz te lleva a rememorar un conversación difícil en ese día-. Nota las emociones o sensaciones físicas asociadas a estos pensamientos.
- Libera las áreas donde mantienes la tensión, observa la topografía de tu cara cambiar y asentarse. ¿De qué te das cuenta?
Deséate bienestar con amabilidad. Algo así como el sentimiento que aportan estos versos de Derek Walcott:
Vendrá un tiempo
en que, con júbilo
te saludaras a ti mismo
llegando a tu propia puerta
en tu propio espejo,
y cada uno sonreirá
a la bienvenida del otro.
5. Observa tu cara de nuevo. Pon la atención que pondría una abuela ante la cara de un nieto amado.
(Inspirado en Tara Healey, en Mindful Magazine)