El meditador principiante se suele encontrar con resistencias, juicios, distracciones, autocríticas, dudas, etc… que se producen en su mente al practicar. Se trata de tomar conciencia de esas inercias e intentar dejarlas marchar y en su lugar ir asumiendo una actitud benevolente de observación paciente.
También se suele tener pretensiones y expectativas respecto a la práctica, que debemos abandonar, para ir hacia una actitud más abierta, sin idealizar la meditación ni centrarse en los logros. Pues si meditamos para obtener algo, ya nos escapamos del presente, posponiendo la vida para el porvenir.
Las nuevas pautas facilitan la calma mental. La mente se tranquiliza cuando se concentra en el momento presente (por ejemplo en la respiración) sin querer controlar o luchar por obtener algo.
Vamos aprendiendo a soltar a medida que desarrollamos la práctica. Es un proceso que se complementa con la aceptación. Y que se puede cultivar : Dejar llegar lo que viene y dejar ir lo que se va
Se produce el auténtico soltar como consecuencia de la decisión de abandonar un estado mental; es entonces cuando hay equilibrio en la mente y compasión en el corazón.
Recordando a Ajahn Brahm, la meditación es un proceso natural de llegar al descanso y requiere que uno se quite del medio por completo. La meditación profunda solo ocurre cuando realmente uno suelta, se abandona.
Es decir, que el verdadero final del camino de soltar, además de soltar apegos a las cosas y a los contenidos mentales, es desprenderse del propio ego, que es quien se apega. Entonces ya no queda nadie que pueda aferrarse a nada.
(lectura inspiradora: Aprender a practicar mindfulness de Vicente Simón)