Estoy bien tal como soy.

Virginia Satir fue una reputada terapeuta familiar norteamericana. Dotada de una extraordinaria humanidad dedicó su talento ayudar a las personas y sus familias a crecer y alcanzar el máximo potencial y felicidad.

A través de sus escritos, seminarios y terapias sembró ideas que serían el germen de cambio para muchas personas, incluidos nuevos terapeutas, que se encargarían de recoger el fruto y poder así llegar a más y más gente.

Virginia nos señaló que el problema que presentaba una familia rara vez era el problema real, y que es la forma en la que encaramos ese problema la que al final puede convertirse en uno. Nos enseñó (a aquellos que no teníamos su intuición) el camino para llegar a la esencia de las dinámicas patológicas y al cambio.

Vislumbró con claridad certera, cómo detrás de muchos problemas personales se escondía una tremenda falta de autoestima. Una dificultad para aceptarnos y querernos como somos, con todas nuestras bondades, nuestros defectos y nuestras contradicciones.

Nos enseñó que solo desde ese amor incondicional a nosotros mismos podríamos empezar a cambiar aquello que no nos gusta y alcanzar nuestra plenitud como seres humanos.

Todos tenemos días con la autoestima un poco más alta, un poco más baja. Días que sentimos que podemos con todo, que nos gustamos, que nos queremos. Y otros en cambio en los que nos miramos a través de un filtro oscuro, por el que apenas pasa la luz, y nos decimos cosas como “no vales para nada”, “eres horrible… un inútil”, “nadie te va a querer”…

Para esos días en los que no te gusta ningún aspecto de ti, Virginia Satir escribió en 1975 estas poderosas palabras en respuesta a la pregunta de una niña de 15 años que le decía: “¿Cómo puedo prepararme para llevar una vida satisfactoria?”.

Su respuesta conserva a día de hoy toda la fuerza y poder inspirador, y dice así:

MI DECLARACIÓN DE AUTOESTIMA

Yo soy yo.

En el mundo entero no hay nadie que sea exactamente como yo.

Hay personas que tienen cosas que se me parecen, pero nadie llega a ser exactamente como yo. Por lo tanto, todo lo que sale de mí es auténticamente mío porque solo yo lo elegí.

Soy dueña de todo lo que me constituye: mi cuerpo y todo lo que mi cuerpo hace, mi mente y con ella todos mis pensamientos e ideas, mis ojos y también las imágenes de todo lo que ellos ven, mis sentimientos, sean los que fueren (enfado, júbilo, frustración, amor, desilusión, entusiasmo); mi boca y todas las palabras que de ella salen (corteses, dulces o ásperas, correctas o incorrectas), mi voz, áspera o suave, y todas mis acciones, ya se dirijan a otros o a mí misma.

Soy dueña de mis propias fantasías, de mis sueños, mis esperanzas y mis miedos. Son míos todos mis triunfos y mis éxitos, mis fallos y mis errores.

Como soy dueña de todo lo que hay en mí, puedo relacionarme íntimamente conmigo misma. Al hacerlo, puedo amarme y ser amiga de todo lo que hay en mí. Entonces puedo trabajar toda yo, sin reserva, para mi mejor interés.

Sé que en mí hay aspectos que no entiendo, y otros que no conozco, pero mientras me acepte y me quiera puedo, con ánimo valiente y esperanzado, buscar las soluciones a los enigmas y las maneras de saber más cosas de mí misma.

Todo lo que miro y digo, cualquier cosa que exprese y haga, y todo aquello que piense y sienta en un momento dado, soy yo. Todo esto es auténtico y representa dónde estoy en ese momento del tiempo.

Cuando más adelante evoque qué aspecto tenía y cómo hablaba, lo que decía y lo que hacía, cómo pensaba y sentía, algunas partes pueden parecerme fuera de lugar. Puedo descartar lo que no me viene bien y conservar lo que me parezca adecuado, e inventarme algo nuevo que reemplace a lo que haya descartado.

Puedo ver, oír, sentir, decir y hacer. Tengo los recursos para sobrevivir, para estar próxima a los demás, para ser productiva, para encontrar sentido y orden en el mundo de las personas y las cosas que existen fuera de mí.

Soy mi propia dueña, y por lo tanto puedo hacerme a mí misma.

Soy yo, y estoy bien tal como soy.

Virginia Satir