Se suele dar por supuesto que la inteligencia normal es la racional. Sin embargo la inteligencia espontánea, la primera que surge en los niños, es de tipo emocional, relacionada con el cuerpo, las sensaciones y las emociones. La inteligencia emocional es automática, preconsciente, reconoce los sentimientos propios, los maneja, se automotiva, se adapta y gestiona la relación con los demás. Las emociones, los mensajes del cuerpo, la intuición, aportan más información que la razón. El inconsciente es un depósito de recuerdos y emociones que abarca el 85 % de nuestra mente. Es más importante el lenguaje corporal y el trasfondo emocional, que las palabras mismas.
La inteligencia racional se refiere a la capacidad de abstraer, de hacer ideas o representaciones mentales. En el siglo XVIII la Ilustración proclamó la era de la diosa razón, y en el siglo XX se ideó una manera de medir la inteligencia racional, el cociente intelectual CI. En las últimas décadas ha ido creciendo la queja de que el CI solo mide la capacidad lógica o analítica sin tener en cuenta otras capacidades de la inteligencia humana. La educación hasta ahora se ha centrado casi exclusivamente en esta Inteligencia que es fundamental en las matemáticas o el mundo material, pero que se queda insuficiente para la ética y para explicar otras dimensiones del ser humano.
En 1967 H. Gardner empezó a desarrollar una visión plural de la inteligencia que culminó en la teoría de las inteligencias múltiples, que abrió el camino para crear el concepto de Inteligencia Emocional en la década de los 90, difundida sobre todo por D. Goleman.
En los últimos años se ha empezado a hablar de inteligencia espiritual, que la psicóloga D. Zohar presenta como otro tipo de inteligencia no racional con características propias. Abarca los comportamientos éticos, el sentido de la trascendencia y de lo sagrado. Esta inteligencia nos hace conscientes de nosotros mismos, nos permite el libre albedrío, poder cambiar las normas, elaborar símbolos y metáforas. Todo ello es posible mediante una comprensión unificadora, holística. La inteligencia espiritual procede por intuiciones: (“esto es bello” “esto es digno, o está bien”). No hay explicaciones ni análisis, los cuales son más propios de la inteligencia racional.
No es algo nuevo, antes se la llamaba conciencia o sabiduría, pero ahora es aceptada como digna de estudio en el ámbito de la psicología científica e incluso de la neurología.