Vamos a intentar aclarar y relacionar estos dos términos de reciente incorporación en la Psicología.
El concepto de resiliencia se refiere a la capacidad de una persona de afrontar la adversidad y los retos vitales, de sobreponerse e incluso salir fortalecida de la experiencia. Desarrollar la resiliencia es una estrategia que potencia nuestro bienestar, como señala la psicóloga Sonia Lyubomirsky.
Hace ya varias décadas, la investigadora S. Kobasa descubrió que los individuos menos estresados mostraban una tasa más elevada de control y compromiso para enfrentarse a un reto. El control se refiere, en este sentido, a la creencia de que uno puede influir sobre su nivel de estrés y ansiedad, mientras que el compromiso se refiere a la disposición a dar lo mejor de uno mismo al afrontar dificultades. Considerar la adversidad como un reto supone aceptar las situaciones difíciles y contemplarlas como una oportunidad para aprender y crecer.
El término Mindfulness (traducido como atención plena) se refiere a la capacidad humana de prestar atención de manera intencional al momento presente, desde una actitud de aceptación, curiosidad y no juicio.
Los estudios parecen corroborar que la práctica de la meditación de la Atención Plena (o mindfulness) favorece la aceptación, la paciencia, la confianza, la capacidad de soltar o desapego, el no juzgar, etc., las cuales son actitudes relacionadas con una mayor resiliencia.