(Extracto del prólogo de Divertirse Hasta Morir de Neil Postman)
Hemos olvidado que al lado de la oscura visión del 1984 de Orwell, hubo otra un poco más antigua, un poco menos conocida pero igualmente estremecedora: El Mundo Feliz de Aldous Huxley.
Al contrario de lo que se cree, incluso entre gente ilustrada, Huxley y Orwell no profetizaron la misma cosa. Orwell advierte que sobrevendrá sobre nosotros una opresión impuesta externamente. Mientras que en la visión de Huxley, ningún Gran Hermano será necesario para privar a la gente de su historia, madurez y autonomía. Tal y como él lo vio, la gente llegará a amar su opresión, a adorar las tecnologías que deshacen sus capacidades para pensar. Lo que Orwell temía era a aquellos que prohibirían los libros; lo que temió Huxley era que no hubiera ninguna razón para prohibir los libros, porque no habría nadie que quisiera leerlos.
Orwell pensó que se nos privaría de la información; Huxley que sería tan abundante que nos reduciría a la pasividad y el egoísmo. Orwell profetizó que la verdad nos sería ocultada; Huxley que sería ahogada en un mar de superficialidad. Como dijo el propio Huxley en Nueva visita a un mundo feliz, los luchadores civiles y los racionalistas que están siempre alerta para oponerse a la tiranía «se equivocaron al no tomar en consideración el apetito casi infinito del hombre por la diversión».
En 1984, añadía Huxley, la gente era controlada mediante el dolor. En Un Mundo Feliz, lo era mediante el placer. En definitiva, mientras que Orwell temió que aquello que odiamos sería nuestra ruina, Huxley temió que nos arruinaría lo que amamos.
«El peligro del pasado era que los hombres fueran esclavos. Pero el peligro del futuro es que los hombres se conviertan en robots». (Eric Fromm)